Una flor silvestre con la cual niños y grandes se han divertido soplando sus pistilos secos al viento una vez se apaga su radiante color amarillo intenso; así es el Diente de León. Más allá de ser una flor que cause tal diversión, es bien conocida por sus cualidades culinarias, una ensalada con sus tiernos retoños es una verdadera delicia, e igualmente por sus propiedades medicinales, aprovechadas estas ya desde la antigüedad.
Probablemente originaria de Europa del oeste, su peculiar nombre deriva del parentesco visual que las formas afiladas de sus hojas guardan con la feroz criatura, asemejando a las fauces de un león. Asia, Europa… Se encuentra el Diente de León en estado salvaje un poco por cualquier parte. Disfruta de los climas templados y de los suelos bien ricos en humus. Una planta prodigiosa y de gran resistencia, uno puede servirse de todas sus partes: las flores, con las cuales se puede hacer un jugo revigorizante, las hojas, que se utilizan en fitoterapia y en cocina, los tallos con su savia blanquecina, una especie de látex, apreciada por sus propiedades curativas pero también empleada para producir goma, y finalmente sus raíces, netamente ricas en principios activos.
Si bien se encuentran registros del uso del Diente de León que datan de incluso la antigüedad, no fue sino hasta el siglo XV que verdaderamente se tomó consciencia de sus numerosas virtudes, las cuales no han sido desmentidas hasta el día de hoy. Es de saberse que existen dos períodos de cosecha anuales, sin embargo no comparten estas plantas las mismas propiedades, así como tampoco la misma concentración de compuestos activos; por ello son muchos aquellos quienes recomiendan las cosechas de otoño considerándolas más eficaces.
El Diente de León en la historia
La utilización del diente de león como planta medicinal encuentra sus orígenes en la antigua Grecia. Sin embargo su mayor reconocimiento no se hará sino hasta siglos más tardíos. Alrededor del año 1000 de nuestra era médicos árabes dejaron constancia de las virtudes de esta planta en sus escritos. La planta fue utilizada para tratar problemas del hígado, de la vesícula biliar, la anemia, la fiebre, la retención de agua e incluso el reumatismo. En China era ya desde hace mucho también conocida.
Su variedad Taraxacum mongolicum era empleada para el tratamiento del cáncer (particularmente de seno), la hepatitis, diversas afecciones del glande mamario (inflamación, mala circulación de la leche materna) y para reforzar el sistema inmunitario en caso de padecimientos por infecciones de las vías respiratorias. En el continente americano, tribus amerindias, como los Iroqueses o los Ojibwe, hacían uso de esta planta para curar diversas enfermedades.
No obstante, no es sino hasta el siglo XIII que los primeros registros precisos sobre el uso del diente de León son asentados en el continente europeo, recogidos en un herbolario británico. Más tarde el uso del Diente de León fue reconocido en diversas otras farmacopeas oficiales (India, Austria, República Checa, Alemania) hasta formar parte de la farmacopea americana también. En el siglo XVI los médicos de la época recurrían al Diente de León para tratar las enfermedades renales.
En épocas más recientes las propiedades medicinales del Diente de León fueron avaladas por dos médicos defensores de la fitoterapia: Francois-Joseph Cazin (1788-1874) y Henri Leclerc (1870-1955). Sus beneficios sobre el hígado y la vesícula biliar fueron destacados tanto por Cazin como por Leclerc. Por un lado Cazin nos habla en su Traité pratique & raisonné des plantes médicinales indigènes (Tratado Práctico y Razonable de plantas medicinales) de 1850 de la utilización en forma de decocción para tratar los defectos de secreción de la bilis, la ictericia esencial o sintomática y sobre todo la congestión hepática o esplénica que siguen a las fiebres intermitentes.
Por su parte el famoso médico naturópata francés, Leclerc, confirmó así sus propiedades:
“La observación clínica me ha llevado a constatar por mí mismo que el Diente de León posee realmente la propiedad de favorecer las secreciones biliares; siendo prescrita a pacientes aquejados de colangitis crónica, de congestión hepática, de colelitiasis, pude observar atenuarse las crisis dolorosas y la mejoría de los síntomas de insuficiencia hepática”.
Estudios recientes muestran que el Diente de León no solo estimula la actividad del hígado sino que además le protege gracias a la acción de las sustancias antioxidantes que posee. Por último, también se reconocen sus poderes limpiadores de la sangre, siendo descrita su acción por Leclerc con las siguientes palabras: El diente de león exprime la esponja hepática y enjuaga el filtro renal. Esta noción ha sido aplicada a distintos desequilibrios de la salud.
Descripción del Diente de León
Existen más de 1200 especies y subespecies de Diente de León en Europa nada más (y ni hablar del resto del mundo). Sin embargo nos concentraremos en esta redacción en la familia del Diente de León fácilmente reconocible por los rasgos que a continuación se describirán, a riesgo de incluir en esta vulgarización cientos de miles de subindividuos; riesgo aceptable dado que las propiedades medicinales restan las mismas de una subespecie a otra.
Se trata de una planta herbácea vivaz y no anual como muchos podrían pensar, de unos 10 a 30 cm de altura. Sus hojas, muy apreciadas en distintas preparaciones, están dispuestas en rosetas y repartidas de manera desigual y en forma de triángulo. La parte aérea de la planta se adormece o desaparece con las bajas temperaturas del invierno, acumulándose la energía de la planta en sus raíces.
Una vez que la esta parte aérea ha muerto, la planta da nacimiento a una nueva roseta de hojas al final del invierno o inicio de la primavera, época en la que se le puede ver retoñar casi por todas partes: en los campos de cultivo, en pastizales, a orillas de las carreteras, al borde de las casas y en lugares húmedos. Esto hace del Diente de León una planta medicinal muy fácil de hallar. A diferencia de muchas otras, Para esta planta es todo lo contrario; se le puede encontrar en casi cualquier rincón inesperadamente. Tanto mejor pues como se verá a continuación el Diente de León es una farmacia ambulante en sí misma.
Es una planta muy variable en relación a su talla, la cual depende del entorno en el que se desarrolle. Mientras más rico sea el suelo, más imponente será su masa aérea. La forma de sus hojas también puede variar notablemente, pudiendo observarse hojas más o menos cortadas y dentelladas. A fin de estar seguros de bien identificar el Diente de León “tradicional” se debe concentrar la observación sobre las hojas visibles que han de terminar en forma de punta de flecha. Su base suele ser blanca, cambiando luego la coloración del tallo de esta a un tono rojizo para luego extenderse al verde a todo lo largo y ancho de la hoja.
En relación al tallo floral, éste se desarrolla como un tubo hueco que al quebrarse deja correr una especie de látex o leche blanquecina. En tanto que el pompón amarillo que suele ser llamado “flor” es, de hecho, un capitel compuesto de un gran número de pequeñas flores amarillas. No hay más que un solo capitel por tallo florar. Las llamativas flores suelen atraer a gran cantidad de abejas, bien a pesar de que esta planta no requiere de ser polinizada para producir semillas.
Una vez que las flores han madurado se cierra el capitel, formando una suerte de nuevo botón que luego se reabrirá para dejar salir los pequeños paracaídas que portan los granos reproductores. No bastará más que soplar el aire para diseminar los granos y asegurar la propagación de la especie.
La raíz está compuesta por un bulbo largo central bastante carnoso, que asemeja a una zanahoria, y del cual se desprenden varias raíces bastante más delgadas. Puede extenderse unos 50 cm bajo tierra. El bulbo central es también de carácter leñoso al quebrarse. Su exterior está protegido por una capa marrón amarillenta mientras que su interior es blanco almidonado.
Características biológicas y botánicas del Diente de León
Nombre común: Diente de León, achicoria amarga, meacamas, botón de oro, lechuguilla, etc.
Nombre latín: Taracaxum officinale
Familia: Asteraceas
Substancias constituyentes esenciales:
- Compuestos amargos (sesquiterpenos lactonas)
- Alcoholes triterpenos pentacíclicos (compuesto resinoso)
- Ácidos fenólicos (los cuales actúan como antioxidantes)
- Fitoesteroles (lípidos similares al colesterol)
- Minerales (contiene particularmente potasio, hasta un 4,5% de concentración en las hojas, calcio, cobre, sílice y magnesio)
- En las raíces: insulina, sobretodo en otoño y fructuosa especialmente en primavera.
- En las hojas: ricas en vitaminas del complejo B, C, D y K así como flavonoides y carotenoides
- Taraxina
- Ácidos grasos (colina)
Temperamento:
Refrescante y desecante (que absorbe la humedad)
Sabor:
- Amargo
- Ligeramente salado
- Raíces: dulzor discreto y aceitoso
El factor amargo de la planta calmará las condiciones y caracteres inflamados. Este aspecto en particular fue aprovechado por los médicos tradicionales chinos quienes han utilizado el Diente de León para controlar el calor y la temperatura interna elevada. Es este mismo carácter amargo el que va a estimular un sistema digestivo lento. El aspecto amargo/diurético la convierte en desecante. Las hojas son particularmente desecantes a la vez que diuréticas.
Propiedades medicinales del Diente de León
Depurativo:
El Diente de León ha sido conocido principalmente como planta depurativa por milenios. Si se combina eficacia, accesibilidad y abundancia en la naturaleza ninguna otra planta llegará a superarla. Su carácter depurativo no es sólo de actualidad sino que hace de esta planta un útil indispensable para aquellas personas que se ocupan de la prevención de enfermedades. Los órganos de eliminación el hombre moderno están constantemente ocupados. Desde pequeños abusos hasta la congestión acarrean problemas de “desengrase” (término acuñado por Jean Seignalet); en esto el Diente de León puede ayudar favoreciendo la evacuación de desechos abriendo los canales de eliminación.
Cuando Cazin nos habla de “los defectos de secreción de la bilis” hace referencia a una debilidad hepatobiliaria. Esta debilidad se observa en un gran número de individuos hoy en día de modo intrínseco y se manifiesta frecuentemente a través de dificultades para digerir todo aquello que se considere graso. En efecto, ha de recordarse que la bilis actúa emulsificando los lípidos con objeto de aumentar su superficie de contacto, logrando con esto que las lipasas puedan así intervenir de un modo más eficaz.
Una pobre respuesta biliar conllevara a un deficiente tratamiento de los lípidos y por consiguiente problemas de intoxicación surgirán. Por otro lado las propiedades purificadoras de la sangre que muestra el Diente de León funcionan haciendo que los desechos acumulados en el torrente sanguíneo circulen hasta el hígado para ser eliminados rápidamente por éste. Cuando el hígado disminuye su velocidad de procesamiento y se enlentece el trabajo de limpieza de la sangre, se dice entonces que la sangre se vuelve “sucia”.
Esta noción de agente purificador del Diente de León encuentra aplicación a diversos desequilibrios de la salud. En pacientes con manifestaciones alérgicas, por ejemplo, el hígado debe deshacerse de los complejos inmunes. Contra los dolores articulares asociados a un exceso de ácido úrico, el hígado en consonancia con los riñones debe eliminar estas substancias problemáticas. En cuanto los órganos de desintoxicación funcionen mejor se puede visualizar cuánto más otros procesos fisiológicos llegarán a beneficiarse y, en consecuencia, la persona puede sentirse prontamente menos fatigada producto de la intoxicación anterior del cuerpo.
Finalmente todo esto que viene de ser mencionado no es más que una vista bastante superficial del Diente de León, hasta ahora. Rudolf Fritz Weiss (1895-1991), médico alemán especialista en medicina interna y profesor de Fitoterapia, explicaba que todos estos efectos no son más que aspectos parciales del efecto general que la planta tiene sobre la actividad celular. El Diente de León actuaría entonces en el centro mismo de la célula, lo cual nos lleva a la siguiente sección, sobre las propiedades anti-cancerígenas de esta planta.
Anti-cancerígeno:
Siyaram Pandey, profesor investigador en la Universidad de Windsor, Canadá, ha estudiado las propiedades anti-cancerígenas de la raíz del Diente de León por más de 3 años. Un primer acercamiento a la materia lo hizo la doctora Caroline Hamm, una oncóloga curiosa de conocer porqué algunos de sus pacientes, quienes habían ingerido la infusión de Diente de León, parecían recuperarse mejor que los otros. Más tarde los equipos de Pandey demostraron que las raíces de la planta forzaban a las células cancerosas más agresivas a autodestruirse (proceso denominado apoptosis), todo esto bajo el estudio de la leucemia mielo-monocítica. Algo sorprendente. Sin embargo más sorprendente fue hallar que esta planta resultaba benigna para las células sanas.
En otras investigaciones Michael Terra, fitoterapeuta americano muy reconocido y fundador de East West School of Planetary Herbology (Escuela de Herbolaria Occidental), explicaba en un artículo sobre el taraxacum y el arctium que se había seguido un estudio sobre literalmente un centenar de plantas alrededor del mundo entero y, teniendo en cuenta el coste, la disponibilidad, el gusto (aspecto que no se podía descuidar dado que las personas que padecen enfermedades crónicas como el cáncer deben ingerir sus medicamentos al menos 3 veces al día durante meses), no se haya ninguna otra planta anti-cancerígena sobre el planeta tan simple y poderosa como el Diente de León, junto con la bardana.
A pesar de ello Terra sostiene que el Diente de León no garantiza necesariamente una cura contra el cáncer. La misma afirmación, según Terra, tampoco puede ser hecha sobre los tratamientos convencionales. Esto simplemente quiere decir que esta planta es capaz de optimizar los procesos fisiológicos necesarios para destruir las células cancerosas y prevenir su proliferación. Por esto sugiere que el uso del Diente de León no sea tomado más que como un complemento al tratamiento médico adecuado, en primera instancia, y bajo acuerdo con el oncólogo.
Digestivo:
Se puede usar el Diente de León como digestivo amargo. Se debe ingerir en ayunas para estimular la secreción de los jugos gástricos (a nivel del estómago, de la vesícula biliar y del páncreas), así como para reforzar la tonicidad de los músculos lisos digestivos en tanto sea necesario.
Cazin ya explicaba la efectividad de la planta para potenciar las fuerzas digestivas y restablecer las secreciones gástricas. Puede ser administrado a personas que sufran pérdida de apetito luego de un largo padecimiento médico o en aquellos aquejados de caquexia, un debilitamiento profundo del organismo asociado a una fuerte desnutrición. Las hojas del Diente de León poseen la reputación de absorber los minerales y las vitaminas en grandes cantidades por lo cual su uso puede resultar muy benéfico en tales casos.
La raíz puede corregir los problemas de constipación crónica aumentando el flujo biliar, laxante natural, y regulando el tránsito intestinal. Dada su buena tolerancia a largo plazo su uso en caso de constipación en los niños puede ser muy eficaz, siendo muy poco irritante de las mucosas intestinales.
Algunas observaciones clínicas apuntan a una acción positiva sobre los niveles de azúcar en la sangre.
Diurético:
Los componentes naturales del Diente de León lo convierten en un excelente diurético al aumentar la micción notablemente. Es la hoja que tiene una afinidad particular con los riñones, más que la raíz. Su utilización es pues muy valorada en el tratamiento de la retención de líquidos y de los edemas. Si se sospecha de una retención de líquido manifestada por la hinchazón, la hoja del Diente de León servirá para validar esta hipótesis. Se hace una cura durante una semana. Si se nota alguna pérdida de peso no debe pensarse en un adelgazamiento milagroso más sí en los efectos terapéuticos de la planta al ayudar a la eliminación de líquidos del cuerpo, lo cual ha de haber ocurrido principalmente a través de la expulsión de la orina.
En caso de edemas, el uso del sumo del Diente alivia considerablemente excitando la secreción urinaria. Se ha observado una disipación del síndrome de edema generalizado en un lapso de al menos 3 semanas con la toma constante de este remedio. También es útil en el control de la hipertensión esencial, siempre y cuando la presión sistólica no supere los 15 o 16. Puede ser así mismo benéfico el Diente de León para las mujeres que padecen retención de líquido premenstrual. En este contexto conviene mezclar las hojas y raíces. La hoja actuará como diurético mientras que la raíz, por su parte, activará el hígado, órgano esencial en la gestión de problemas hormonales (el hígado recicla el exceso de hormonas en la sangre).
Dolores articulares:
El problema de eliminación puede ser el causante de dolores articulares. Weiss (2000) es quien mejor ha hablado en relación a esto. En sus observaciones sobre la utilización del Diente de León para el tratamiento de enfermedades degenerativas de las articulaciones registró que la indicación primaria del Taraxacum es sobre procesos artríticos. El uso de la planta ha demostrado un gran éxito como tratamiento preventivo. Se prescribe el tratamiento con Diente de León en tanto que los dolores articulatorios estén asociados a dificultades de eliminación, las cuales pueden ser producto de causas constitucionales, como por ejemplo, que el hígado y los riñones hayan siempre funcionado a capacidades disminuidas.
Calor interno y sofocos:
Está indicado el uso del Diente de León si se observa un ascenso de la temperatura hacia el interior de los tejidos, un espesamiento de los fluidos y un enlentecimiento del drenaje de los tejidos. Esto nos habla de una inflamación de los tejidos profundos, lo que puede conllevar a una infección de músculos y huesos. El Diente de León disminuirá la calentura de los tejidos y dispersará los fluidos espesos.
La lengua es un órgano que puede servir para determinar la necesidad del uso de la planta. Se considera la lengua como un órgano “geográfico”, pareciendo ulcerada en partes, con marcas más claras y otras más oscuras, dejando entrever zonas enrojecidas y sensibles. Esta cartografía puede a veces ser observada en la superficie, en la punta o en los laterales. Una vez administrado el remedio a base de Diente de León la lengua pasa de un color rojo oscuro al rosado oscuro, indicando que el calor ha sido liberado desde el interior, más sin embargo algo de sensibilidad aún persiste. Algunos estudios conducidos en pacientes con trastornos maníaco-depresivos acompañados de lengua geográfica han demostrado ser exitosos.
La medicina china habla también del Taraxacum para aclarar el calor tóxico que entraña abscesos (en los senos, pulmones o la apendicitis), dolores e inflamación, siendo el punto común el calor y la inflamación, así como la acumulación de líquido espeso. Se ha constatado, por ejemplo, que una otitis seria corresponde a esta situación. La actuación del Diente de León en estos casos es importante por su capacidad de eliminar no solamente el calor sino también la toxicidad acumulados a nivel profundo, lo que lleva a la desintoxicación celular. Esto ha sido confirmado en estudios recientes donde el efecto antiinflamatorio a nivel celular ha sido evidente.
Esfera emocional:
El elixir floral del Diente de León aporta propiedades interesantes a la salud. Se recomienda para personas constantemente en movimiento, hiperactivas, adictas al trabajo, quienes se ponen expectativas muy elevadas. Este tipo de personas son comúnmente emprendedores que conocen únicamente dos estados: ON – OFF. El problema que surge es el agotamiento producto del estrés crónico. La persona abusa de su resistencia física y no se detiene a escuchar su organismo.
El elixir ayudará a este tipo de personas a escuchar sus necesidades corporales, a disminuir el ritmo de su dinámica de vida, encontrando así el equilibrio. En ocasiones actúa sobre las tensiones musculares provocadas por este estrés constante. De este modo se reencuentran la personalidad Pita descrita por la medicina ayurvédica, caracterizada por el calor y el fuego, con un Diente de León que se prueba calmante y refrescante. Se puede recurrir adicionalmente a los beneficios de esta planta para manejar los temperamentos irascibles y coléricos explosivos, de rostro enrojecido y acalorado, conocido esto en la medicina china como la subida del fuego del hígado.
Otros usos:
- El sumo de la raíz puede ser utilizado para quemar verrugas plantares.
- En cosmetología, el líquido blanquecino contenido en los tallos, es particularmente eficaz para combatir las marcas en la piel, la rosácea y aclarar las arrugas.
- Favorece la disolución de cálculos biliares.
- Ayuda a combatir la anemia.
- Contra la obesidad y la celulitis
- Tratamiento de manifestaciones cutáneas: dermatosis, enfermedades de la piel, callos y verrugas.
- Su efecto diurético puede servir al tratamiento de la hipertensión arterial, la insuficiencia cardíaca y, menos frecuentemente, la hipercalemia (exceso de potasio en el plasma sanguíneo).
Efectos indeseables del empleo del Diente de León
El uso del Diente de León puede provocar alergias cutáneas localizadas a causa del látex del tallo. También puede provocar ciertos efectos secundarios como ardor estomacal y nauseas; sin embargo estos son casos raros y aislados.
Contraindicaciones y precauciones con el uso del Diente de León
- El Diente de León no se recomienda para personas muy delgadas, frágiles y con tendencia a aquejarse de frío con frecuencia.
- Visto su efecto diurético, puede agravar los problemas de la piel y mucosas muy secas.
- Está contraindicado en personas que padezcan de hipotensión
- Dado el marcado efecto que la planta tiene sobre el hígado, puede darse una cierta interacción con algunos medicamentos que también tienen incidencia sobre el mismo.
El Diente de León podría no ser una planta inofensiva, por ello conviene emplearlo con cierta prudencia. Debe evitarse su uso por períodos prolongados y sin aviso médico si se sufre de problemas biliares o cardíacos. También se debe evitar su consumo si se conoce reacción alérgica a las asteráceas.
Se recomienda a las mujeres encinta, lactantes y a los niños de corta edad no administrar curas de Diente de León. No obstante bien se pueden consumir con moderación las hojas en ensaladas.
Interacción del Diente de León con otras plantas medicinales
La mezcla de esta planta con la vellosilla o con los rabillos de cereza da como resultado una preparación ideal para tratar a retención de líquido. En caso de cálculos renales una opción excelente es la combinación del Diente de León con el orthosiphon. Aparte, una simple cura desintoxicante a base Diente de León, rábano negro y sauco puede ser muy eficaz. En fin, combinar esta planta con virtudes diuréticas comprobadas con cualquier otra planta de propiedades similares, como el boldo o cardón mariano, puede tener un resultado interesante, intensificándose los beneficios.
Usos del Diente de León
Como ya se indicó anteriormente, la planta en su totalidad puede ser aprovechada según las propiedades de cada parte y el padecimiento a tratar. La raíz se utiliza principalmente por sus propiedades colagogas, en tanto que las hojas por sus virtudes coleréticas. La planta es muy fácil de encontrar en áreas silvestres o en cualquier herboristería. La infusión de sus hojas suele ser mucho más amarga que la decocción de las raíces.
A continuación se señalan diversos métodos de preparación del Diente de León como remedio natural.
- Tintura de hojas secas: en proporción de 1:5, es decir cada 100 gr de la planta por cada 500 ml de alcohol, en alcohol de 40° o 50°. Tomar entre 40 y 60 gotas (2 a 5 ml), dos o tres veces al día según la persona y la condición.
- Tintura de raíces secas: en proporción de 1:5 en alcohol de 50 °, seguir la misma dosis recomendada para la tintura de hojas secas.
- Infusión de hojas: 15 gr de hojas en 150 ml de agua. Hervir durante 10 minutos. Dejar reposar y tomar una pequeña taza de dos a tres veces por día.
- Decocción de raíces: de 3 a 5 gr de raíces en 150 ml de agua. Hervir durante 10 minutos. Dejar reposar y tomar de dos a tres veces por día.
- Raíz pulverizada (estilo medicina china): de 10 a 30 gr de polvo.
- Sumo de raíz fresca: 1 a 2 cucharadas soperas por día.
- Extracto de hojas frescas: 1 o 2 cucharas soperas por día.
- Extracto de raíces: se puede consumir en forma de comprimidos o cápsulas de 750 a 1250 mg tres veces al día.
Otra receta para estabilizar el sumo de raíces frescas es la siguiente:
- 100 gr de sumo de raíces de Diente de León frescas
- 18 gr de alcohol de 90° de pureza
- 15 gr de glicerina
- 17 gr de agua
El Diente de León puede ser consumido de diversas maneras. En ensaladas se pueden consumir las hojas tiernas. Igualmente las flores con su radiante color amarillo pueden enriquecerlas sin alterar la degustación. Con los botones florales se pueden hacer unos pickles muy originales.